Tavo.
Estoy molesto don Pichetas. Mi
dedo no cabe tato en mi nariz. Estoy hecho de recortes de personalidades y de
huesos de medio uso. Mis zapatos son de tianguis y mi padre es un viejo mueble
que alguien tiró, por otra parte mi madre fue tomada de un frasco de mayonesa y
cloroformo que contenía su cuerpo; café, puro, virgen y sin desarrollo, una
pequeña criatura inocente.
Y de pronto me salen estas alas de hada de los dientes. Dime, dime, no
soy demasiado obeso para volar, aun así mis amigos los zopilotes me amarrarán a
sus patas y me llevarán hasta el límite del cielo, donde las avecicas parecen
los piojos de la cabeza redonda de la Tierra.
Estas alas de hada. ¿No son una burla? Respiro por los dos lados de mi
nariz, los lunes y los martes no. Pero los viernes, los viernes que me pintan
los ojos para aparentar ser una mariposa gorda y petacona, nalgona y risueña.
¡No te molestaría eso Don Pichetas!
Me vendo a la mejor lámpara que me atraiga y mi cara se estampa contra
sus sucias luces de 60,35,100 mas o menos Wats; y últimamente de Neon.
Mis suaves manos de niña, frotan sus ramas contra mi cara y me quitan el
rimel de polilla.
Mis vestidos de baratas se quedan todos blancos y al sentarme, un
pequeño renacuajo bebé, una zanahoria de preescolar. llora y dice; déjame
besarte los dedos.
Se frota una y otra vez contra mis alas y al terminar me avisan que mis baterías se estan acabando, necesito un
nuevo pericazo para no caer y lamer sus botas de piel de barro.
Y ahora, ¿ quién me quitará los pelos de mi barbilla, y ni hablar de los
barros de mi espalda?
y... si se me olvidan las llaves en un arbol, porque yo soy malísima con
las contraseñas.
Es todo, aquí me bajo Don pichetas.
¡Oiga! De la Virgen que llora sangre a El Llano me cobran $40 pesos, es
usted un carero.
EspereEspereEsPere, Mi iPhone se queda en su aciento; gracias, Me saluda
a Doña Catalina.
MI nombre, es lo único que queda de mí. Tus sueños se han ido, mi tumba
sin flores se quema con el sol del mediodía. No tengo vecinos, ni amigos, ni al
que le caes mal por puro gusto, no hay nadie.
De vez en cuando a alguien se le ocurre mirar mi cuerpo abierto por el
sol, mis huesos que son madriguera. Mis rasposas costillas te pedirían
disculpas. Soy menos de un siglo.
Aquí guardo mi carne con olor a desodorante tu beso tatuado en mi
muñeca, una mirada.
Si, esa mirada, sin palabras que… es la última. Te clave los ojos entre
vergüenza por mi desnudez y milagro, te sujeto, te acaricio, recuerdo el calor
de tu piel. El olor del aire acondicionado pegado en tus cabellos, las carnecitas
por dentro de tus ojos.
Me muevo, te grito y te pregunto. ¡Es acaso esta la última vez que te
veo!
Pasa el viento, una sombra azul. Lo siento.
Cierra mi boca, por misericordia. Arregla mi casa, este sabor de mi boca
sin respirar, esta agua, el olor. Miro más hacia ahí. Adiós. Reza por mi alma.